jueves, 19 de febrero de 2009

El Caso del cabo Valdes

En 1977 desapareció por quince minutos después de que una intensa luz lo cubriera por completo, luego reapareció con una barba de cinco días.

El suceso ovni que se considera representativo del país chileno es el conocido como el caso del cabo Valdés y en él se vio implicada una patrulla del ejercito que se encontraba de guardia.

El secretismo en que se vieron envueltos los hechos, tanto por los militares como por los testigos (roto por el principal protagonista tras 22 años de silencio), la extrañeza de los mismos y ciertas implicaciones religiosas han hecho que el interés por estos acontecimientos no haya decrecido en todo este tiempo y se sigan buscando las respuestas a tan anómalos sucesos.

El cabo Valdés estaba al mando de una patrulla del Regimiento de Montaña Huamachuco, cerca de la localidad de Putre, situada a 149 kilómetros al este de la ciudad de Arica y a 2202 kilómetros al norte de Santiago de Chile. Su misión era custodiar un sector de la zona fronteriza estratégica con Perú.

En la madrugada del 25 de abril de 1977, hacía mucho frío, casi 15º bajo cero, estaban acampados a 3.500 metros de altura, alrededor de una fogata bebiendo café, cuando uno de sus hombres vio descender una luz en Pampa de Lluscuma, en pleno desierto de la Primera Región de Chile. Valdés lo primero que pensó es que se trataba de un meteorito, ordenó apagar la fogata y marcharon hacia el objeto que estaba a unos ochocientos metros. Cuando avanzaban descendió un segundo objeto un poco más lejos, detrás del cerro. Los soldados que lo acompañaban tenían entre 18 y 19 años y sus nombres eran, Julio E. Rojas, Germán Riquelme, Iván Robles, Pedro Rosales, Humberto Rojas, Juan Reyes y Raúl Salinas. Aproximadamente a las 3.50 horas, la luminosidad aumentaba y disminuía en intensidad, era de un color blanquecino, tenía unos 25 metros de diámetro y una altura como de siete pisos con dos pequeñas luces rojas que titilaban como balizas. Alumbraba todos los alrededores como en pleno día a más de quinientos metros de distancia. Estaban todos atemorizados, y empezaron a rezar, pero finalmente, Valdés, asumiendo el papel de líder que le correspondía, increpó a la luz pidiéndole que se identificara. Y probablemente venciendo un terror gigantesco, fue el único que se atrevió a acercarse al supuesto objeto. Lentamente, ingresó a la niebla que precedía a la luz, por espacio de unos 15 minutos según sus hombres.



Según contó Valdés: "de los quince minutos en que desaparecí, no recuerdo nada. Los conscriptos dicen que al entrar en la niebla yo me esfumé. Yo sabía que estaba entrando en la niebla. Pero no recuerdo nada más. Y le aseguro que quiero recordar…Lo único que guardo en mi mente es haber tenido un sueño profundo; haber caído en el fondo de un abismo. En lo demás mi cerebro esta vacío…Cuando reaparecí, tras quince minutos, los muchachos oyeron mis gritos de auxilio detrás de donde ellos estaban cuando me esfumé. En una zona oscura. Allí reaparecí. Donde no llegaba la luz que emitió el objeto”. Según contaron sus hombres, Valdés tenía la mirada extraviada, parte de su chaqueta rota, la barba muy crecida y alcanzó a decir: “Muchachos… muchachos…”, desmayándose en ese momento en brazos de dos de sus compañeros. Su reloj digital marcaba 30 de abril de 1977. ¡Había adelantado en el tiempo cinco días! Valdés afirmó que no recuerda que pasó dentro de la luz.

Los compañeros lo llevaron a cubierto, encendieron una fogata y cuando Valdés reaccionó los miraba, se reía y llamaba a su madre. En ese momento fue cuando dijo: “Ustedes no saben de donde venimos y quienes somos” y volvió a caer inconsciente. Mientras ocurría eso, poco a poco el objeto comenzó a alejarse hacia las montañas.

cabo valdes

Van al pueblo de Putre
Al despertar, Valdés preguntó a sus hombres si habían visto lo mismo que él, a lo que los soldados respondieron positivamente. Luego, la patrulla se dirigió a caballo hasta el pueblo de Putre, que estaba a cinco kilómetros. El primero en verlos es el profesor Pedro Araneda, maestro de la pequeña escuela de la localidad que graba en cinta magnetofónica el único documento original que se tiene del caso. Luego se dirigen al cuartel de Putre donde los atiende el carabinero Antonio Flores. Araneda pide la reconstrucción del hecho y vuelven al lugar. Cuando se acercan al mismo, sienten enormes ganas de vomitar y la descomposición de varios militares de la patrulla es evidente. El profesor Araneda sugiere salir del sector ante lo que supone la eventual presencia de radioactividad.

Poco después, llega una patrulla de relevo, que una vez informada de la situación se distribuye por las quebradas vecinas en una rigurosa inspección del terreno que rodeaba al cerro de los acontecimientos de la noche anterior. Mientras tanto, en las caballerizas, el Cabo Valdés seguía en un estado de nerviosismo continuo repitiendo su experiencia al profesor Araneda, igualmente sucedía con los integrantes de su patrulla. El cabo Valdés es bajado de Lluscuma en la ambulancia en un estado de alteración notable. Cae nuevamente en un estado de inconsciencia y comienza a delirar palabras incoherentes como ¡la luz! ¡la luz!.

Al volver las patrullas de inspección de los alrededores traen un trozo de metal, algo totalmente inusual en una zona tan deshabitada como Lluscuma. Araneda guardó este trozo de metal durante un tiempo y posteriormente se entregó a personal del periódico La Estrella de Arica, con intenciones de hacerlo analizar. De esta misión se encargaron los periodistas Luis Daroch y Luis Maturana. El material al ser analizado resulta ser aluminio y no representaba ningún signo de óxido y al parecer su quebradura había sido reciente dado el estado del sitio de la rotura.

Como dato anecdótico, el periodista Luis Daroch durante mucho tiempo se sintió perseguido y la pieza de metal recogida en la Pampa de Lluscuma la llevaba en su coche envuelta en un plástico. Este periodista murió en el año 1985 víctima de un cáncer de páncreas. El trozo de metal no fue encontrado jamás y las únicas personas que sabían que estaba en poder de Daroch eran, el periodista Maturana y el profesor Araneda.

Araneda según su propio relato grabado, logra sacar a luz una serie de detalles que luego se pierden en el olvido y en el paso del tiempo. Cuando apareció la luz, la mascota que los acompañaba, un perro de nombre Huamachuco, permaneció quieto mirando la luz, casi estático, en vez de ladrarle. Y respecto a los caballos, soltaron todos sus esfínteres.

Mientras el cabo Valdés es atendido en Hospital de Arica, a 148 kilómetros al oeste de Putre, aparecieron una serie de individuos de habla y aspecto norteamericanos que interrogaron al suboficial.

Aunque el gobierno militar de ese entonces, al mando del General Augusto Pinochet, intentó censurar el caso, pero era tan extraordinario que los periódicos de la época igual hicieron eco de la situación. Así, por ejemplo, el diario La Estrella de Arica puso párrafos de la entrevista del profesor Araneda en la portada. Algo similar hicieron los periódicos El Mercurio y La Tercera. El cabo Valdés declaró al corresponsal de France Press en Chile de ese entonces, que había sido sometido a múltiples exámenes en el Hospital Militar de Santiago. Entre estos están un electroencefalograma, sesiones con psicólogos, médicos y otros especialistas. También declaró Valdés que el Mayor Eduardo Arriagada del Estado Mayor lo sometió al detector de mentiras. El psiquiatra Rafael Méndez, quien atendió al suboficial, afirmó que éste había sufrido un brote psicótico y que los soldados que lo acompañaban tuvieron una "psicosis colectiva", con estas palabras técnicas se intentaba tapar todo lo sucedido.

El desaparecido investigador español Antonio Ribera, en su libro " Secuestrado por extraterrestres ", afirmó en cambio que Valdés "Fue sacado de nuestro espacio normal y llevado a otro espacio y otro tiempo".

Respecto a los compañeros del cabo Valdés, el Ejército, después de lo acontecido los dispersó por diferentes puntos de Chile y algunos de ellos no se han vuelto a ver en todos estos años.

Sobre las repercusiones personales que tuvo este hecho, Valdés explicó que sencillamente le cambió su vida, lo que ha significado que dedique gran parte de su tiempo a la búsqueda de la verdad del fenómeno que protagonizó.
"Esto ha sido una lucha espiritual para mi y constantemente me pregunto porqué me sucedió".

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